quarta-feira, 29 de março de 2017

MARICONADA DE ALTO VUELO cuento de Fernando Morote

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MARICONADA DE ALTO VUELO
Cambio de actitud según traspongo los límites de la frontera. Me mantengo silencioso y circunspecto mientras recorro cielo extranjero. Pero cuando siento que estoy en casa se me suelta la lengua, hablo con elocuencia, dialogo espontáneamente y silbo canciones.
Ha pasado mucho tiempo de la primera vez que subí a un avión. Tenía 29 años de edad y desde niño alimenté la idea de que ese día, no bien cerraran la compuerta para iniciar el despegue, me daría un ataque o sufriría un ahogo. Cuando avisté, maletín en mano, el aparato estacionado en la pista de aterrizaje, sin saber el motivo escuché una voz interna:
—Si crees tanto en mí —como dices—, entonces sube al avión y confía en lo que yo puedo hacer por ti.
Las aeromozas fueron desde el principio un aliciente y un consuelo preciosos. Con la forma graciosa en que hablaban y se paseaban de un lado a otro del pasillo, sirviendo y atendiendo a los pasajeros, me transmitieron una inigualable sensación de serenidad. Algunas eran tan amables que terminé embrujado con su magia. Todo el trayecto me sentí sostenido a 5,000 metros de altura por la mano de Dios.
Esta tarde mi compañero de asiento –un cincuentón cuya fisonomía puede resumirse en una fusión entre Pedro Picapiedra y Pablo Mármol- viene completamente borracho.
—¿Sabe cuál fue la orden de mi jefe anoche a último momento en la oficina?
Observando su aspecto –sudado, despeinado, mal trajeado-, constato con gratitud que no necesito embriagarme para disfrutar el viaje. O esconderme de él.
Le devuelvo una mirada que no admite contradicción: “no tengo idea”.
—Anda mañana urgente a Tacna, haz una investigación y evacúame un informe de la situación.
—Interesante —respondo con voz seria, para seguirle la corriente.
—Entonces vine hasta acá en el primer vuelo del día…
—Qué bueno —apunto.
—Hice la investigación, como me pidió y….
—Evacuó el informe.
—¡Exacto, amigo! ¡Qué inteligente es usted! ¡Evacué! ¡Pero no fue un informe! ¡Jajaja! ¿Comprende? ¡Jajaja! ¿Ah?
Parece que está intentando hacer un chiste.
—Claro, muy ingenioso. Su jefe debe sentirse muy afortunado.
—Es un pobre diablo.
Dicho esto entre babas, y después de hacer tronar una matraca de eructos, se queda súbitamente dormido. Aprovecho la oportunidad de mirar el firmamento a través de la ventanilla. De manera natural viene a mi mente el poema genial de Arturo Corcuera: “Nubes, nubes, nubes/a estas alturas de mi vida”. Perfecta descripción de mi estado emocional actual.
De pronto noto que el ambiente de la cabina empieza a enrarecerse. ¿Pérdida de presurización? No me digas eso, por favor. Los ductos de aire acondicionado despiden un humo ralo que poco a poco se hace más denso. Los desplazamientos de las azafatas se tornan algo atribulados. Pese a su particular belleza, ciertos gestos de preocupación no pueden ser disimulados.
Alargo mi cabeza para ver por el pasillo. Luego volteo para mirar hacia atrás. Me levanto un poco para echar un vistazo adelante. Otros pasajeros comienzan a inquietarse. El humo que sale del sistema de ventilación impregna prácticamente toda la cabina. Se parece bastante al efecto de una bomba lacrimógena.
—¿Qué pasa? —pregunto a una de las aeromozas—. ¿Sucede algo malo?
Ella se limita a sonreír. El 50% de su sueldo consiste en eso.
Ahora empieza a sonar un timbre desesperante, agudo, que hiere los tímpanos y crispa los nervios. Evidentemente los primeros signos de que algo realmente no funciona bien. Indago por la ventana. Trato de descubrir un ala rota o un motor incendiado. Dos azafatas vienen directo hacia mí. Se detienen justo una fila antes de la mía. Les piden a los pasajeros que abandonen sus asientos porque interrumpen el paso hacia una de las puertas de emergencia. “¡Dios!”, me digo para adentro. Al mismo tiempo veo a una señora abrir el compartimiento de equipajes para sacar un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús. Mis ojos empiezan a ponerse vidriosos. Entonces el capitán entra en acción. Por el altavoz explica que hay un desperfecto en una de las turbinas y pide calma. Termina su alocución agregando que existe una seria posibilidad de efectuar un aterrizaje de emergencia, con lo que su solicitud de calma se traduce en ataques de pánico entre algunos pasajeros.
Sobrevolamos el Océano Pacífico.
—¿A cuánto estamos del aeropuerto más cercano? —pregunto a otra de las azafatas.
—Media hora, señor.
Hago mis números. Saco mis conclusiones. Eso significa que lo más probable es que el aterrizaje forzoso sea en el agua. “¿Dónde está la maldita cartilla de emergencia ahora?”, me reprocho. Quizás la he perdido o traspapelado en el mar de revistas, cuadernos y libros que cargo conmigo para relajarme durante las turbulencias.
El avión vuela inclinado y lleno de humo por dentro. Se ha formado un improvisado grupo de oración alrededor del Sagrado Corazón de Jesús en medio del pasillo. Mientras, ensayo una posible posición para recibir el impacto. Algo recuerdo de las instrucciones de las aeromozas. O de algún experto hablando en la televisión después de una tragedia aérea. Porque el discurso de las sobrecargo nunca es tan específico ni sombrío. Me tiemblan las piernas, me castañetean los dientes, pienso en mi familia. Imagino un desenlace fatal. Trato de distraerme concentrando mi atención en resolver un crucigrama. No puedo resistir más la tensión y me levanto para ir al baño. Todos están tan ocupados que nadie me detiene. Compruebo por millonésima vez que no puedo orinar en los aviones. Y menos si se están cayendo. Soy un meón eminentemente doméstico.
La voz del capitán irrumpe nuevamente en el aire. Esta vez trae mejores noticias en un tono de voz más confiado. Pese a la seria falla técnica, el aparato no ha perdido tanto combustible y conserva suficiente gasolina para llegar al aeropuerto de origen. En cinco minutos podríamos recibir la autorización para aterrizar. Con la vejiga hinchada, corro a mi asiento y me ajusto el cinturón de seguridad.
Abajo se ven ya las luces de los vehículos. La pista de aterrizaje está invadida de ambulancias, camiones de bomberos y autos de la policía. Cuando las ruedas del aparato tocan tierra, el rebote despierta de una sacudida a mi ebrio compañero de asiento.
Lo veo tan tranquilo que pienso: es infundado mi temor a la muerte. Temer a la muerte es como temer al nacimiento, al crecimiento; a la naturaleza, pues. La muerte –esto lo digo sin indolencia- es la cosa más natural del mundo. Sin embargo, quisiera encontrar algún lugar lejano donde no existiera la muerte; sólo la mía. Para que nadie llore, para que nadie finja.

sábado, 4 de março de 2017

10 lugares a donde ir en Rio de Janeiro

Hola, guapesas! 

Este post es para los extranjeros que desean conocer Rio de Janeiro. Debajo dejo una lista de 10 lugares para visitar mientras estén en Rio de Janeiro. Hay mucho que conocer en esta ciudad. Y la lista tiene un poco de todo, además de la naturaleza presente en la mayoría de los puntos. 


http://www.bondinho.com.br/
 1. Pão de Açúcar 

El bondinho (teleférico) tiene dos paradas. La primera conecta el  morro da Babilônia con el pico del morro da Urca, y la otra que llega al  Pão de Açúcar. La primera línea posee una extensión de 600 metros. El segundo tramo tiene 850 metros. Tiene una capacidad de 65 pasajeros por viaje. 

Los boletos lo pueden comprar a partir de las 8h de la mañana pero les recomiendo comprar por internet, se ahorrarán tiempo de la cola. Ah, se cierra 7:50h de la noche. Precio: ADULTO: R$76. Hay opciones de descuento y debajo dejo los datos sacados de la website: 

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Mantenimiento de los Descuentos: "Media Entrada"

MAYORES A PARTIR DE 60 AÑOS - Tarjeta de Identidad original con foto o Pasaporte Original válido.


PORTADORES DE NECESIDADES ESPECIALES - Tarjeta especial Riocard, Vale Social, Pase Federal, CRAS o laudo médico emitido por órgano público de salud.


ESTUDIANTES – ESCUELA PRIVADA y /o PÚBLICA de la educación Básica, Media y Superior(*).
Documentos exigidos para el descuento:
  • Estudiantes de escuelas privadas: Tarjeta de Identificación de Estudiante con foto.
  • Estudiantes de escuelas públicas: Riocard escolar y/o documento que compruebe la matrícula del estudiante en otro estado + documento oficial con foto.
NOTA
  • Para estudiantes extranjeros, presentar tarjeta de identificación de estudiante con foto.
  • (*) Incluye: MBA, Maestrías, Doctorados y Postgrado.


PERSONAS DE 6 A 21 AÑOS
  • Tarjeta de Identidad original con foto o Pasaporte Original válido.

OBSERVACIONES

  • Los descuentos no son acumulativos.
  • La adquisición de los tickets fuera de los lugares indicados por la empresa constituye un acto ilegal y su práctica es pasible de penalidades.
  • El comprobante de la MEDIA ENTRADA será exigido en el momento de la entrada. La falta del comprobante invalidará el descuento.
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Haz click para comprar el boleto: https://www.guicheweb.com.br/bondinho/

Arriba en el Pan de Azucar hay tiendas (un tanto caras), un bar y un parque con mucha vegetación, y una pequeña trilla para conocer al rededor. 


http://acrediteounao.com/estatua-cristo-redentor/

2. Cristo Redentor.

Se ubica a 709 metros sobre el nível del mar en el cerro Corcovado, de allí se podrá ver gran parte de la ciudad. Y es una vista hermosa. 
En la epoca yo me fui con una van acreditada que nos dejó cerquita,  porque los demás autos llegan hasta Paineiras que queda a dos KM del Cristo. 

Si descargas el app del TREM DO CORCOVADO, podrás tener entrada prioritaria en la cola. Desde el año pasado los boletos tienen hora marcada de embarque en la boleteria. Ya no venden boletos para el mismo día. 
Si estás en Rio en el día de tu cumpleaños y visitas a Cristo Redentor con más 5 amigos, tu entrada será gratuita. 
Los precios son distintos en alta o baja temporada. En este enlace podrás comprar tu boleto: http://ticket.corcovado.com.br/
Habrá gran cantidad de turistas, así que a veces es super dificil sacar fotos. Si está nublado es mejor que no te vayas, ya que con muchas nubes no se podrá ver la bella ciudad. 
http://www.amareloouro.com/2013/09/03/casamento-na-confeitaria-colombo/

3. Confeitaria Colombo

En el centro de Rio podrás disfrutar algo de comer en la tradicional confeitaria Colombo que mantiene su arquitectura desde fines del siglo XIX. Es patrimonio histórico cultural fundada en 1894. Sus espejos belgas, balcones de mármol italiano son un lujo. 

De los famosos ilustren han visitado el local: Getúlio Vargas, Carlos Lacerda, reina Elizabeth, rey Alberto, entre otros. En el segundo piso, podrán comer en el restaurante Cristóvão
En este enlace podrán encontrar mas información: http://www.confeitariacolombo.com.br/#home

http://deixadefrescura.com/2014/01/jardim-botanic-rio-de-janeiro.html
4. Jardim Botânico

Inaugurado en 1808 por Dom João VI, el jardín tiene 83 hectáreas de bosques y 54 de zonas cultivadas con más de 40 mil plantas. Hay lagunas y animales. Es un sitio maravilloso para picnic, jugar, correr y relajar. 
Imagem relacionada
http://uninomade.net/tenda/revolucao-urbana-tem-sido-e-deve-ser/
5. Feira Saara

En este lugar encontrarás de todo. Son muchas tiendas de zapatos, ropas, electrónicos, ropa de cama, decoración, relojes, películas, etc. Y además, es el local adecuado si buscas ahorrar dinero. Hay que tener cuidado en la calle con tus celulares y carteras (no ser tan inocente) pero si te vas durante el día no es tan peligroso. 


http://blog.bestday.com.br/praia-de-copacabana-rio-de-janeiro/

6. Praia de Copacabana 

La playa más popular, tiene sus diseños ondulantes en la larga vereda. En el año nuevo se llena de gente (2 millones aprox.). Sus arenas blancas son lindas, podrás ver los departamentos y el PALACE COPOCABANA. 



http://www.aquafluxus.com.br/recuperacao-ambiental-da-lagoa-rodrigo-de-freitas-%E2%80%93-parte-1/

7. Lagoa de Rodrigo Freitas

Es un lugar magnífico para descansar o hacer deportes. Tiene 2,4 millones de metros cuadrados de superficie y una ciclovía que la bordea y que alcanza 7,5 kilómetros de extensión. Hay numerosos locales gastronómicos. Hay pizzería, comida italiana, nordestina, árabe, platos amazónicos, entre otros. 
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http://rederio.blogspot.com.br/2015/10/rede-rio-prepara-ato-publico-na.html
8. Escada do Selarón 

Jorge Selarón se quedó mundialmente reconocido gracias a la escalera por aparecer en el National Geographic, entre otras. Son escaleras coloridas y lindas. Vale la visita. La escalera tiene 125 metros y 251 escalones. 


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http://www.timeout.com.br/rio-de-janeiro/en/aroundtown/venues/766/quinta-da-boa-vista

9. Quinta da Boa vista
Es un parque donde se encuentra el Museo Nacional de Brasil con la mayor colección de historia natural y antropológica de América Latina. El Jardín Zoológico es el más antiguo del país, con sus 2.400 animales de 350 especies.
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http://www.minube.pt/sitio-preferido/parque-lage-a8331
10. Parque Lage

En este parque tiene un pequeño palacio con cafetería y una Escuela de Artes Visuales, aparte la vista para el Cristo Redentor. 

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Si desean una lista más separada por gustos (naturaleza, deporte, histórico, aventura, relax, entre otros), dejen sus comentarios debajo con sus sugerencias. 

Saludos!